La temida terapia online se queda

Antes de la pandemia hacer terapia on-line era la excepción. Las condiciones eran estrictas; solo si había proceso presencial anterior, tiempo limitado, siempre semanales… Todo esto desde la idea de que la terapia on-line era poco adecuada, con muchas e insalvables limitaciones que debían ser suplidas por mayor fecuencia, conciencia y responsabilidad de la persona que hacía proceso.

A mi, me parecía más difícil conectar con la  persona, más difícil identificar sus expresiones no verbales, más difícil movilizar su energía, me requería más atención y me cansaba más.

Y llegó la pandemia. Y todo lo que antes había sido “dije digo” ahora era “digo Diego”…

contra todo pronóstico, llegaban nuevas demandas, dandose por hecho que el proceso sería on-line, sin que eso supusiera un problema, más bien una ventaja para quienes me contactaban desde otras comunidades o incluso paises. También contra todo pronóstico la mayoría de las personas que hacían ya proceso presencial, continuaron con su proceso on-line y yo, empecé casi desde el principio a sentirme cómoda, llegado el momento, me compre un bonito sillón y la comodidad fue total.

Me empece a preguntar, pronto, que me ponía tan cómoda a mi, al hacer las sesiones on-line. Había una parte más vanal, estar en casa, no tener que invertir 3/4 de hora en llegar al espacio terapéutico, tener más tiempo para mi… pero no era todo, observé que mis defensas corporales se relajaban más. Comprendí que la exposición al encuentro con el otro ponía en marcha, aunque sutilmente, mi sistema defensivo. A mayor grado de exposición al otro mayores son las corazas corporales y los mecanismos de defensa que necesitamos. Por supuesto no todos nos defendemos de lo mismo. Creo haber visto que, quienes tienden a la introversión, a la soledad; es decir a irse para adentro, sienten mayor seguridad en la terapia on-line, menos exposición, más protección. Mientras quienes tienden a estar más a fuera, en contacto y desde la extroversión, sienten mayor comodidad en la terapia presencial.

Respecto a los primeros y a mi misma, al bajar las barreras defensivas se profundiza en el trabajo, es posible contectar emocionalmente y que haya más permiso para sentir. A veces no tener a alguien mirandote fijamente desde un metro de distancia, te permite mirarte más tu misma.

Ya hace dos años que empezó la pandemia, la terapia on-line se ha convertido en una forma más de hacer terapia. Sus limitaciones son por todos conocidas; problemas de conectividad, imposibilidad de percibir toda la expresión corporal, familiares que andan cerca, no poder abrazarnos….

A pesar de ello, las ventajas no son menores; en ocasiones puedo pedir a alguien que se traslade a otro espacio de la casa a hacer algo (pegar a un cojín, patalear…) esas experiencias son realmente íntimas, nadie esta mirando. Indepedientemente de si la persona es más introvertida o extrovertida, que la experiencia terapéutica se viva como propia e individual puede, en algunos casos, ser muy útil para procesos en que la falta de autonomía y autoconfianza es importante. Es más fácil diferenciarme del terapéuta, no confluir y mantender la conciencia de lo propio.

Además se da la oportunidad de usar elementos del espacio propio de la persona, siempre con su permiso; fotos, objetos emocionalmente significativos, regalos, peluches, cosas hechas por ella… contar su historia a través de ellos, la acerca más a la experiencia.

Todo lo que tiene que ver con entrar en su propio mundo, es una gran oportunidad.

En fin, todo tiene sus ventajas y desventajas, cada uno tiene sus necesidades particulares. La terapia on-line cubre algunas de estas necesidades, mientras la terapia presencial sigue cubriendo otras.

Ya que lo esencial de una terapia gestalt es el encuentro entre dos seres humanos, el grado de dicha conexión, depende, en mi humilde opinión, de la intención de conectarse, con o sin pantalla de por medio.