Propongo a continuación una serie de 5 artículos en los que expongo una forma de entender y abordar el tema de la conciencia de enfermedad y la motivación para el cambio en personas que sufren trastornos alimentarios aunque creo que estas reflexiones pueden ser aplicadas a muchos otros asuntos que en algún momento todos y todas hemos enviado a ese lugar oscuro de la no consciencia. Será satisfactorio para mí, si, especialmente a familiares y a otros profesionales les sirve en la relación con una persona con anorexia, bulimia u otro trastorno alimentario.
Podríamos pensar que cuando alguien tiene una dificultad más o menos evidente con la comida y el peso que está modificando sus hábitos, relaciones y su aspecto físico, la persona debería estar dispuesta a pedir ayuda rápidamente para solucionar el problema. Desafortunadamente esto no sucede siempre. A veces, la persona no considera que eso que piensa, siente y hace con la comida y con su cuerpo, sea un problema. Incluso a veces puede pensar que su problema es su solución (lo explico más adelante). Esta situación genera mucha impotencia a la familia y también a nosotros, los profesionales, cuanto más dure más se agrava el problema.
Esto ocurre en lo que venimos llamando una primera fase de todas las que la persona va a transitar durante su proceso de recuperación de un trastorno alimentario. Estas fases son como un camino que la persona va a tener que recorrer, desde un lugar estrecho y con muy poca luz a un lugar más claro y amplio.
Las dos teorías que más me gustan para ayudar a comprender como va siendo este proceso, son; la teoría del Modelo del Cambio de Prochamska y Diclemente, la llamaré Modelo 1 y la teoría del Ciclo de Satisfacción de Necesidades o ciclo de la experiencia de Joseph Zinker, modelo 2.
El Modelo del Cambio está orientado a ver cómo una persona con un trastorno mental o una adicción se posiciona respecto a su problema para solucionarlo o tratarlo, tiene 5 fases:
- Pre-contemplación.
- Contemplación
- Preparación para la acción
- Acción
- Mantenimiento
El Ciclo de Satisfacción de Necesidades está orientado a describir las fases por las que un organismo sano pasa para satisfacerse, pero también indica las formas como el ser humano interrumpe neuróticamente la satisfacción de estas necesidades. Tiene 6 fases:
- Reposo/homeostasis
- Represión
- Sensación
- Proyección
- Conciencia
- Introyección
- Energetización
- retroflexión
- Acción
- deflexión
- Contacto/satisfacción
Aquí empieza este primer artículo que deseo que aporte un poco más de luz a este tema:
1ª fase: Pre-contemplación/reposo. Estoy bien así.
La pre-contemplación indica el momento previo a tomar conciencia o a mirar algo, lo positivo es que el propio término nos recuerda que la toma de conciencia está por venir.
Podemos situarlo en la fase de reposo del modelo 2 porque es un momento plácido en el que la persona no identifica ningún desajuste interno y por lo tanto hay una situación de Inacción. Esto ocurre con la ayuda del mecanismo de evitación de la represión, que consiste en apartar de la conciencia aquello que creo que no puedo asumir. Pero ¿por qué no miro eso que hago y que parece que los demás si ven?
La percepción de que un “problema” es “solución”, responde a la lógica de lo neurótico, que cabalga entre la emergencia de una necesidad que clama por ser satisfecha, la creencia real o fantaseada de no disponer de los medios necesarios para satisfacerla y el encuentro de una necesidad sustitutiva que si puede satisfacerse y da una falsa sensación de alivio.
Esa necesidad real que no ha sido satisfecha sigue presente en forma de energía que genera inquietud, ésta inquietud ayuda a continuar satisfaciendo la necesidad sustitutiva, convirtiéndolo así en un bucle del que es difícil salir.
Imaginemos a alguien que siente que no es suficiente, que nada de lo que hace es lo bastante bueno, esto puede deberse a un alto nivel de exigencia familiar, que al final acaba siendo también exigencia que la persona hace suya. Lo que puede estar sintiendo realmente esta persona, es que no es querida por como es. Lo que necesita (muy poco conscientemente) es ser querida como es (por sus padres y por ella misma después), pero no lo logra (siendo esto una percepción o vivencia subjetiva. Empieza así una rutina de “salud y belleza” dieta, deporte…etc… logra ciertos resultados rápidos (pérdida de peso, mejora del estado anímico, mejora de su piel o cualquier otra consecuencia agradable de estos nuevos hábitos), se siente satisfecha consigo misma como nunca antes se había sentido. Incluso puede que sus padres se sientan, en algún momento, orgullosos por su esfuerzo. Esto es lo que ella necesitaba… aparentemente, de modo que continúa con ello. Ahora empieza a suceder que en ocasiones no puede con tanto control y falla (se come un alimento procesado, calórico, insano), la frustración entra en juego cada vez con más fuerza porque proviene del asunto primario (no sentirse querida como es, por su familia y por ella misma) y este otro asunto la alimenta, así que cada vez que se asome el sufrimiento ella pondrá más control a sus hábitos alimentarios porque es la única manera en que se siente aliviada momentáneamente. Este es un ejemplo de lo que yo veo en consulta, muy simplificado para su comprensión, cada persona es diferente y su asunto personal es único, con matices, experiencias traumáticas, recuerdos desagradables que explican su sentimiento de infravalor.
Hasta aquí hemos visto que tenemos a alguien que ha desarrollado un funcionamiento patológico que le sirve en ese momento. Este, tiene la característica de ser impulsivo, adictivo y evitativo; es una acción rápida, no meditada, produce un alivio, protege ante lo que asusta (la imposibilidad de satisfacer la necesidad real) y solventa de forma inmediata el sufrimiento. Por estas razones es fácil que se viva como algo necesario y beneficioso. Lo que se deja fuera de la conciencia, es lo que no cuadra con esta vivencia; los momentos malos, el malestar físico, la rabia o la tristeza… todo esto siempre está debajo y la persona procura taparlo, cuando se le puede ver esto y señalarlo, mi experiencia me dice que, si se lo deja sentir, esta etapa terminará pronto.
Al haber conciencia únicamente de los beneficios que le reporta su conducta, la persona la justifica hábilmente. Los mensajes publicitarios y los discursos sociales sobre la alimentación y la belleza física contienen todo lo que una persona que sufre anorexia o bulimia necesita para explicar y convencer de que lo que hace es lo correcto; aquí la batalla está perdida de antemano, es importante no empezarla.
Algunas veces, me he encontrado con chicas muy jóvenes, que se sienten bien siendo anoréxicas o bulímicas, incluso usan pulseras para reconocerse y se comunican en las redes sociales identificándose como Anas y Mias. Buscaban ser algo, y lo han encontrado, tienen una identidad y pertenecen a un grupo, cosas muy valiosas para una pre-adolescente. No niegan ser anoréxicas, si niegan que eso sea un problema.
Podríamos hablar de “luna de miel” respecto al trastorno, como si fuese un idilio con algo que las hace sentir muy fuertes, valiosas, bellas, poderosas.
En la anorexia nerviosa, la asociación es, en realidad, sencilla; se logra una pérdida de peso que mejora falsamente la seguridad en una misma y esta seguridad produce un efecto positivo en su vida social, sentimental… y produce la asociación “equivocada” de que “si estoy más delgada, me va mejor, me hacen más caso, gusto, me quieren…”
En cambio las personas que padecen de bulimia nerviosa, toman conciencia de problema antes, debido a que aunque de base el trastorno es el mismo (necesidad patológica de adelgazar y comer sano, miedo patológico a engordar) los síntomas son diferentes; atracones y purgas recurrentes que pueden provocar sobrepeso y que aunque se compensen con horas o días de restricción, sólo son antecesores del nuevo episodio de atracón y purga.
La persona sufre mucho con este descontrol y percibe esto como problema muy pronto. En este caso sigue dejando fuera de la conciencia de problema la necesidad de adelgazar y controlar.
¿Qué hacemos durante esta fase?
No hay grandes fórmulas en este periodo. La sensación de impotencia es frecuente. Se espera algo que no ocurre, debemos prepararnos para ello.
Comprender que esto es una fase, esperar que sea la persona la que vaya tomando conciencia, confiando en que esto ocurrirá, puesto que el vacío y la desorientación que provoca la conducta, en algún momento se harán insostenibles.
Observar y sobretodo no confundir la expectativa. Podemos querer que se dé cuenta de lo que hace, pero no es recomendable querer que deje de hacer lo que hace. Si pretendemos esto, entraremos en guerra y cerraremos la puerta a que la persona nos pida ayuda cuando esté preparada.
Es igual de importante NO facilitar el síntoma ni normalizarlo, no adaptarse a él, ni modificar nada.
Actuar como si el síntoma no existiera.
Es decir no normalizar comportamientos como; que coma sola, que no coma o que se cocine otra comida distinta. Procurar mantener las normas y hábitos que toda la familia comparte, si son saludables.
Es importante recordar que este es un trastorno de conducta que indica que la persona está sufriendo de una insatisfacción que nada tiene que ver con su cuerpo. No sirve de nada valorar su aspecto físico ni siquiera positivamente.
Si se ha de hacer algo, señalar lo que hace y lo que ha dejado de hacer cuando es obvio.
Devolverle otras alternativas identitarias. Es decir relacionarse con la parte sana, hablarle de cosas que la devuelvan un paso atrás, recordarle quien Es genuinamente y lo que le interesa de verdad en la vida.
Cuando la conducta es muy evidente, conflictiva y hay mucha negación, hacerle de espejo, explicándole lo que está haciendo, con respeto y compasión. Poner límites, es decir poner los límites que yo necesito como madre, padre, pareja, terapeuta, para la convivencia y el vínculo. Para ello, se necesita firmeza y autoridad, es decir, delimitar cuales son las conductas patológicas que no pueden ser aceptadas, ser firmes y claros en ello.
Los profesionales, psicólogas y terapeutas, nos encontramos con la dificultad de que si una persona no quiere curarse porque no tiene nada que curar, no podemos hacer nada por ella. Obviamente, estamos formados para trabajar y promover la toma de conciencia. Los centros de día y hospitalización van a ser los más adecuados para las personas cuyos síntomas sean graves y las consecuencias físicas ya hayan aparecido.
Como terapeuta Gestalt, la toma de conciencia, la responsabilización respecto al síntoma y la expresión de las emociones que esconde, forman parte inseparable del trabajo terapéutico y esto sólo puede darse cuando los síntomas aún no son graves, no existe riesgo para la salud y la persona puede aceptar algo sobre su problema. Sólo en estos casos, se puede iniciar un proceso de terapia gestáltica.
2ª Fase: Contemplación y sensación/conciencia. No estoy bien
Este es el segundo de una serie de artículos sobre la conciencia de enfermedad y la motivación para el cambio en personas con trastorno alimentario, si lo deseas puedes leer el primer artículo clikando aquí, para poder entender mejor este, yo te lo recomiendo.
Contemplar es observar detenidamente, considerar algo, centrar la atención con pasividad, es decir sin intervenir ni modificar esa realidad observada. Observarme sin pretender cambiar nada, es la actitud propia de la toma de conciencia y es una actitud imprescindible para que el cambio se pueda dar, siempre que se pretenda que el cambio sea verdadero.
Internamente, se experimenta un movimiento, una inquietud, una sensación de incomodidad o una emoción; ansiedad, rabia, vacío, decaimiento…
Alguna de estas cosas que la persona detecta la ponen en ese estado de observación que le permite identificar eso que le pasa. Todo esto ocurre internamente, es una experiencia íntima y casi siempre silenciosa.
Esta es una fase invisible, la diferencia con respecto a la fase anterior es que en aquella el estado anímico más visible es de euforia o de indiferencia mientras que en esta fase la persona está más bien triste y decaída.
Va sucediendo que en alguna otra dimensión interna, ella experimenta un sufrimiento mayor provocado por los síntomas. Es, en este otro lugar interno, donde la persona se sitúa para observarlo. Desde ahí ella puede ver lo que hace, ver que esto que hace no la satisface y también puede ver que no puede “evitarlo”. Experimenta una sensación de división, la que actúa impulsivamente y la que sufre por ello. Este es un momento importante, puesto que aunque ella siga haciendo síntomas, estos no la alivian tanto como antes, ya que inmediatamente después aparecen en ella emociones de enfado, tristeza, culpa o miedo.
También ocurre que aquellas necesidades no satisfechas de las que hablábamos en la fase anterior, siguen pidiendo satisfacción, y como todo lo neurótico, cada vez que hay un síntoma la persona se aleja más de satisfacerse realmente. Si necesita amor, la enfermedad la aísla, si necesita aceptación, la enfermedad la hace inaceptable, si necesita reconocimiento, la enfermedad la invalida. Así, el sufrimiento se va amontonando resultado cada vez más insoportable.
La persona que llega a pedir ayuda en esta fase lo hace con mucha dificultad, reconociendo algo muy indefinido, con rechazo a poner nombre a su problema, buscando algunas explicaciones adicionales que le sirvan para bajar la angustia o apelando a causas emocionales. Si se aprieta a la persona para que reconozca su problema, enseguida su parte no consciente se recompone y recurre a todos los introyectos y proyecciones (mecanismos de evitación que desarrollo más abajo) para quitarse de encima la etiqueta y el asunto.
Como he mencionado, aquí entran en juego principalmente dos mecanismos de defensa que ya sabemos que sirven para impedir este proceso de toma de conciencia y para mantener a la persona en la fase anterior. Uno de ellos es la proyección. La persona que se siente mal, sospecha del problema, pero al asustarse busca en otros lugares las causas de su sufrimiento, es frecuente, por ejemplo, pedir ayuda terapéutica por problemas familiares o laborales, ansiedad, tristeza, baja autoestima o problemas emocionales en general.
El otro mecanismo preferido en esta fase, es la introyección. Los introyectos son todos aquellos mensajes internos aprendidos sobre cosas que sirven para mantener el trastorno (yo como sano, el azúcar es veneno, hay que hacer deporte, no soporto que maten animales para comer, soy intolerante al gluten, lactosa…etc…). Toman fuerza cuando internamente la persona está empezando a tomar conciencia de lo que le pasa, para impedírselo, por tanto ahora ocurrirá que a momentos van a estar más presentes.Estas ideas, valores, juicios aprendidos suelen orbitar alrededor de la comida y la imagen, y están alineados con valores de la sociedad occidental por lo que los podemos tomar como “normales” con facilidad. Cuando la parte sana comienza a despertar y a observar que algo no va bien, la parte enferma necesita más argumentos para mantenerse y usa todos los que están a su alcance.
Estos debates pueden ser muy desgastantes, es mejor no entrar en ellos, recordar que forman parte de la resistencia al cambio, que ella sabe más que nosotras sobre nutrición y que no son ni verdad ni mentira, sólo que en este caso están ahí para mantener el problema, para nada más.
Hemos de pensar que la persona que empieza a darse cuenta de lo que le pasa, al abrirlo va a sentir que traiciona a una parte de ella que hasta ahora había operado como una especie de amiga íntima e inseparable. Este tránsito entre darse cuenta y destaparlo, necesita de un tiempo.
En mi experiencia, me he encontrado personas que relatan que mientras se iban dando cuenta de lo que estaban haciendo, deseaban íntimamente ser descubiertas por sus familias, dejando señales y pistas, esperando no tener que traicionar a su “bicho” que es una de las dificultades más grandes que experimentan.
Este es un momento que requiere de una sensibilidad especial. Si se aprieta demasiado o se empuja a compartir, la persona puede retroceder rápidamente, si se la deja demasiado y no se aprovechan las señales que nos lanza, puede entrar en un estado de tristeza, culpa e impotencia que puede dar lugar a otros problemas como depresión, autolesiones, ansiedad.
El único canal de comunicación válido en este momento es el emocional, si llegamos a poder conversar empáticamente con su sufrimiento podremos recogerla ahí y ella podrá dejarse recoger.
Que hacemos en esta fase?
Si somos familiares, lo más importante es observar lo emocional que se presenta, a veces, sutilmente y a veces casi a gritos, dependiendo de la persona, pero que esconde casi siempre un “estoy mal” que pide ser descifrado. Poder recoger eso que aparece; la tristeza, el dolor, el miedo, la rabia. Aunque no sepamos más y solo sea un “me doy cuenta de tu tristeza”.
Es importante acompañar sin empujar, no mostrar más interés en la curación que la persona que lo sufre. Si yo tengo más interés que ella en que inicie un tratamiento, estaré sustituyendo su motivación y llamando a sus resistencias al cambio.
Familiares y terapeutas debemos ser muy cuidadosos en no culpabilizar, hablar del trastorno como enfermedad no elegida, si tenemos la oportunidad de hablar de ello.
A veces eso basta para producir un desbloqueo que conduce a la persona a expresar algo más de lo está observando internamente.
Si esto pasa y existe un espacio terapéutico, es muy importante ponerle nombre al problema, hablar sobre él y acotarlo, desidentificar a la persona del trastorno para que no se confunda con él y desculpabilizarla para que no se bloquee. Es frecuente mostrar el trastorno como “el bicho” y ponerlo así, fuera de ella, para poder mirarlo mejor y poner mayor conciencia en ello.
Devolverle la proyección, cuando se enfade con lo que no es y ayudarla a sostener su dolor.
Y siguiendo en este espacio terapéutico, podemos seguir trabajando abriendo esta experiencia de división, desarrollarla, ayudar a hablar sobre ello, dar más voz a la parte observadora, escuchar su dolor. Ayudar a transformarlo en enfado con la parte “enferma”, es muy útil ese enfado porque es una energía confrontativa y luchadora contra lo dañino que le da fuerzas a la persona y la hace sentir poderosa y capaz.
En ocasiones, los terapeutas, cuando la persona está blandita y receptiva también podemos ayudarla explicándole pedagógicamente en qué consiste este trastorno. Informar objetivamente y sin personalizarlo, puede aliviar a la persona.
Como en la fase anterior, todo esto es aplicable cuando la salud de la persona no está comprometida por los síntomas. En caso de síntomas muy graves; infrapeso severo (menos de 16 IMC) o atracones y purgas diarias y una actitud muy agresiva, las recomendaciones son otras (ingreso involuntario) y no es objeto de este artículo desarrollarlas.
3ª Fase: Preparación para la acción y energetización. Necesito ayuda
Resumo lo que hemos ido viendo en los dos artículos anteriores. He procurado describir desde el inicio, lo que va sucediéndole a una persona que padece trastorno alimentario, en el proceso de toma de conciencia de lo que le pasa hasta para poder pedir la ayuda que necesita y superar así esta enfermedad.
Hemos ido avanzando desde la falta de conciencia casi total, es decir, la negación del problema, hasta la apertura emocional que supone poder ir viendo esas conductas como síntomas de una enfermedad mental, y poder compartirlas para ser así miradas con menos miedo y más aceptación. De eso se va a desprender, que la persona deja de luchar contra el mundo para tapar el problema y deja de luchar contra el problema en solitario, momento en el cual su energía y su intención pueden enfocarse mejor a dejarse ayudar.
La preparación para la acción es la planificación mental de lo que va a pasar después, que deseablemente es el inicio del proceso terapéutico específico para superar el problema. Desde el punto de vista de la energetización, internamente se está creando energía disponible para esta acción.
La preparación para la acción es ese espacio de tiempo en el que la persona puede fantasear con la ayuda terapéutica, interesarse en cómo es y experimentar alivio al imaginarse sin trastorno.
Sucede esto porque la persona previamente ha dejado de gastar la energía en esconder el problema, ha dejado de resistirse y ha podido compartir lo que le sucede con otras personas cercanas, en ellas ha encontrado apoyo y comprensión y no se siente juzgada, tampoco exigida ni empujada. Todo ello ha producido una sensación de gran alivio y ahora toda esa energía está disponible para otra cosa.
La dimensión de la fantasía es importante en esta fase porque es un lugar interno idóneo para construir ese proyecto y activar la motivación para la recuperación. Esta motivación incluye la experiencia de ilusión/deseo; la gasolina del motor de cambio.
Proyectar: lanzar hacia delante, planificar, diseñar, concebir un plan para lograr algo. Este ejercicio es imprescindible y consiste en crear la imagen mental del “proyecto” del asunto, que es; la persona sin trastorno. Este trabajo, creado en la dimensión de la fantasía, no siempre es fácil. Es de gran ayuda poder ir a buscar al pasado a esa persona que un día no tuvo ningún asunto con su cuerpo ni con la comida, generalmente esa niña que en alguna dimensión de su experiencia también fue alegre y espontánea, se expresaba y se aceptaba sin reparos. Aunque a veces, bien porque la enfermedad empezó a manifestarse demasiado temprano, o bien porque la persona no conserva “aparentemente” recuerdos de su infancia, nos encontramos con que no existe internamente ninguna referencia al Ser sin trastorno, donde la persona se pueda situar para proyectarse en el futuro, con lo que hay que construir una “identidad” de la que no se tienen referencias. Aunque esto también puede ser ilusionante, puesto que permite la libertad de descubrirse y reinventarse desde lo sano que reside en cada persona.
Mientras se construye mentalmente a “la persona sin trastorno”, la persona se va descubriendo y se va conectando con esas dimensiones suyas no vistas y no desarrolladas, todo el potencial humano está ahí esperando a ser descubierto.
La Gestalt, ya lo sabemos es una terapia del aquí y ahora y esto que expongo puede ser contradictorio con estos preceptos, es importante entender que todo este trabajo desde la terapia Gestalt consiste en traer aquí el pasado y traer aquí el futuro, para experienciar ahora lo que me sucede cuando lo hago, a nivel emocional y sensorial, para anclarlo e integrarlo en mi experiencia.
Por ello, todo va ocurriendo en contacto con lo emocional. Si te emocionas al imaginarte sana, te energetizas, si te entristeces al ver todas las cosas que no has hecho, te energetizas, si te enfadas con el bicho, te energetizas y todo eso te ayuda a caminar. Lo que se hace sólo desde la razón, tiende a quedarse solo en el coco y ahí los pensamientos sufren demasiadas amenazas como para permanecer intactos.
Emocionalmente es una fase convulsa, porque la persona está conectada con el enfado hacia “su bicho”, y con la ilusión de “matarlo”, de que desaparezca, y al mismo tiempo las conductas propias de la enfermedad están ahí. Aunque probablemente todo este camino ya haya producido cambios en los síntomas.
Si los síntomas no comprometen la salud, vale la pena la paciencia, contra mejor construida esté la motivación para el cambio, contra más espacio interno ocupe y mayor energía genere, cuanta más conciencia haya sobre el trastorno y mayor sea el contacto con los estados emocionales que se experimentan, mayores serán las posibilidades de superar el problema y volver e recuperar la vida.
El retroceso, lo evitativo:
Pero como casi todo, el camino no es lineal, lo que significa que en ciertos momentos va a haber que dar marcha atrás, para volver a revisar cosas que parecían superadas e integradas. La conciencia de enfermedad es fenomenológica; ahora está, ahora no está… es decir, que en ciertos momentos reaparecen las resistencias y los introyectos que hemos ido trabajando, y hay que hacer un parón, para mirar qué ha ocurrido ahora para que la persona vuelva a necesitarlos.
Durante el transcurso de este proceso, el mecanismo de evitación del contacto protagonista es la retroflexión, que significa enviar la energía y la acción dirigida a la recuperación, hacia una misma, como si rebotara fuera y volviera al interior de la persona. Este mecanismo se presenta en forma de culpa y autoagresión. La culpa y la autoagresión bloquean, desenergetizan y dejan a la persona sin posibilidad de transformar su situación.
Todo lo que la familia debe hacer en este momento es ayudar a dirigir la energía hacia lo constructivo y lo positivo, y sobretodo no alimentar la culpa que la persona siente.
Ayuda mucho que existan espacios de expresión grupal que faciliten el contacto con la responsabilidad, para soltar la culpa a vivenciarse como un ser humano capaz de cuidarse y sostenerse. El grupo ayuda también a encontrar vínculos afectivos nutritivos, y a experimentar sentimientos compasivos que viajan de dentro a fuera y de fuera a dentro, y generan una conexión con el amor propio, básica para poder superar cualquier situación dolorosa.
Lo pedagógico:
Como estoy enfocándome en personas que aún no han empezado a realizar ningún proceso terapéutico especializado, pero están preparándose para ello, puede que estas personas sí estén haciendo terapia (como ya dijimos en los anteriores artículos) por otras razones o terapia para trabajar esto mismo de lo que hablo, aquí es de vital importancia el trabajo pedagógico o informativo. Ya sea desde el profesional, la asociación y grupo de ayuda o desde la familia informada previamente, se debe facilitar información veraz y completa sobre profesionales, tratamientos, intensidad, tipos de terapia y cosas que van a suceder, porque impiden las fantasías catastróficas que pueden generarse y paralizar.
Hemos de pensar que este trastorno mental tiene un ingrediente que complica la toma de conciencia, es lo fóbico. El miedo patológico a engordar, paraliza a cualquier persona a recibir tratamiento, así que lo pedagógico también consiste en tranquilizar respecto a esto. Apunto que el tratamiento no pretende engordar a nadie, de hecho esto sólo ocurre cuando hay infrapeso y está influyendo en la salud.
También es importante saber que el organismo tiende al equilibrio y por tanto, en un tiempo prudencial, cuando los procesos de nutrición organísmica basados en las sensaciones de hambre y saciedad están reestablecidos, el peso corporal se estabiliza.
Al mismo tiempo, es posible iniciar un proceso terapéutico con miedo, sí con miedo a engordar, puesto que la conciencia nos recuerda que ese miedo le pertenece al bicho y por tanto a medida que este vaya desapareciendo, el miedo morirá con él.
Y resumiendo; ¿Que hacemos aquí?
Si sois familiares, lo más importante en esta fase del proceso es estar disponibles e informados.
Empatizar, facilitar, permitir sus emociones para ayudar a su apertura y expresión. Esto libera la energía necesaria para pasar a la acción.
Sostenerla cuando ella no se sienta capaz. Empatizar; es decir escuchar y comprender su dolor, su enfado, su tristeza.
Acompañar, poniéndonos al lado, ni delante, ni detrás y estar disponibles para escuchar.
Reforzar los pasos que la persona da.
Facilitar la ayuda terapéutica, ponérselo fácil a la persona si nos lo pide, preparar el terreno, sin empujar.
Informarnos bien. Tener la información y los recursos disponibles para cuando sea necesario ponerse en marcha.
Transmitir absoluta confianza en los profesionales de los que se habla.
Es importante entender, por parte de la familia, que no hay un tratamiento bueno y uno malo y que la elección del centro o profesional es el 50% de la recuperación, el otro 50% está en manos de la persona que confía, se deja ayudar y colabora con su proceso.
4ª Fase: Acción/contacto. En proceso
Llegamos ya al final del “principio” que supone el proceso terapéutico para la superación de un trastorno alimentario, todas estas lecturas anteriores vienen a sugerir que este proceso no siempre es fácil, ni siempre es rápido y añado; no es lineal i por desgracia, no todas llegan aquí.
En este momento del proceso existe en la persona la conciencia, la energía y el deseo de superar este asunto que tanto la invalida. Se moviliza el organismo animado por la parte “sana”, acallando a la “enferma”.
Esta es una fase determinante, vamos a empezar tratamiento. Si me dejo que me llegue un poquito esto, notaré alivio. Claro que lo neurótico y lo sano permanecen ahí, en una guerra en la que se van sucediendo las victorias y derrotas de ambas partes, como se suele decir, durante el proceso se pueden perder batallas, pero no la guerra.
Toca un paréntesis, por si aparece la que se quiere dar media vuelta; ahora que cuento con mis propias ganas no me puedo permitir hacerlo sola y agotarme en el intento. Lo de: “yo puedo sola”, puede pasarte por la cabeza, yo lo he escuchado algunas veces y no me atrevo a decir que sea imposible pero me consta que esa soledad con la que una se quiere curar es la misma que el bicho necesita para seguir ahí, por eso, la soledad ayuda más a la parte enferma que a la sana, es decir que la soledad no facilita, sólo dificulta y por eso hay que evitarla.
EL “yo puedo sola” ayuda a la enfermedad y a algunas de sus grandes aliadas: el perfeccionismo y la exigencia que afirman: “tengo que poder!”… eso es lo que llevas haciendo toda la vida; poder con todo! Detrás se esconden vanidad y orgullo; ego. Vale la pena pedir ayuda porque de un plumazo te quitas de encima la alianza con el bicho y el tener que poder con todo y te acoges a la vulnerabilidad que supone reconocer que a veces no puedo. Que descanso!
Hacer proceso terapéutico es imprescindible. Moverse hacia ahí ya provoca un cambio importante; la alegría de haber hecho algo, el alivio del me van a ayudar, descubrir que esto tiene nombre y le pasa a otras.
Por supuesto que ahí las resistencias afloran porque el miedo crece y la terapia se visualiza como la gran enemiga comandada por las batas blancas, con sus horribles intenciones. Si podemos identificar cuando estamos equivocando al enemigo, estaremos protegidas de nuestro propio pensamiento. No sirve cuestionar, incluso cuando creemos firmemente que los terapeutas son insufribles, aun así, el foco de la responsabilidad se está desviando y echar la culpa fuera es peligroso.
Un poco sobre los tratamientos, las terapias y los especialistas:
Como terapeuta Gestalt especializada en TCA, propongo un trabajo terapéutico propio de base gestáltica, como no puede ser de otra manera. Antes de desarrollar brevemente el para qué, creo que es útil trabajar desde este enfoque, quiero explicar en qué consisten los tratamientos convencionales. Lo hago porque creo en la complementariedad y porque los considero útiles y necesarios para no alargar un sufrimiento que es estéril y solo sirve para desgastar a la persona.
El tratamiento clínico aplicado por especialistas de la psicología convencional/clínica de orientación cognitivo-conductual, es un tipo de tratamiento especialmente diseñado para contener los síntomas hasta que se deshabitúa a la persona y trabajar los pensamientos e ideas que los sustentan.
En las Unidades de Trastornos Alimentarios públicas (UTCAS)* se ocupan eficientemente del seguimiento médico y de síntomas (peso, pautas alimentarias, analíticas, medicación, revisión de otras afectaciones físicas derivadas de la desnutrición y las purgas), trabajan con terapia grupal para la toma de conciencia, la identificación de pensamientos patológicos y el reconocimiento de patrones de conducta destructivos.
*http://www.acab.org/ca/que-son-els-trastorns-de-la-conducta-alimentaria/recursos-sanitaris
En estas unidades están los profesionales con más experiencia y en sus instalaciones se cuenta con espacios de hospitalización y hospital de día, muy eficientes puesto que son tratamientos de alta intensidad y de estancias relativamente cortas (de 1 a 4 meses)
A la vez sabemos que la media de tiempo que necesita una persona para superar un TCA es de 2 años y eso requiere de más trabajo terapéutico ya que también sabemos que la medicación no cura y que lo más eficaz es la psicoterapia. Por ello, la Gestalt especializada aporta un trabajo de profundización que las UTCAS no pueden aportar, un trabajo que va del síntoma como lo superficial a la raíz del mismo, un trabajo de búsqueda de las heridas emocionales que han dado lugar a la desconexión de la persona consigo misma.
La Gestalt incorpora el trabajo emocional y corporal como las dos dimensiones invisibles donde todas las experiencias de la vida están grabadas. Incorpora sobretodo un cómo muy importante; producir experiencia corporal-emocional-mental en vez de producir solo conocimiento (en terapia Gestalt más que hablar se expresa y se experimenta) eso le da mayor profundidad porque es la persona la que a partir de su propia experiencia desarrolla su conciencia y produce su propia transformación.
Opto por la complementariedad de ambos enfoques como un proceso de ir de fuera a dentro, para garantizar una transformación que haga que la persona ya no necesite el trastorno. Esa es la verdadera curación.
Qué hacer si eres….
Familiar, amiga/o, pareja:
- Colaborar con los profesionales, os darán indicaciones que deberéis seguir.
- Confiar en los profesionales, no cuestionar el tratamiento delante de la persona que se está tratando.
- Si dudáis del tratamiento, consultar a los profesionales o a las asociaciones, antes de emitir juicios.
- Reforzar la parte “sana”. Qué es la parte sana? Todo lo que nada tiene que ver con el trastorno; Sus relaciones de amistad y sentimentales, sus aficiones diferentes del deporte, sus estudios, proyectos de futuro, sus capacidades personales, sus emociones y opiniones.
- No reforzar, no atender, no discutir, ni responder, ni reaccionar, ante las actitudes patológicas: Que es lo patológico? La alimentación/la comida, el cuerpo propio, a veces el ajeno, incluye tanto la imagen como la salud física, el deporte/ejercicio físico.
- Recordemos que este trastorno tiene un componente adictivo importante y que las reacciones, cuando se impide a la persona hacer síntomas, son muy parecidas a las de un síndrome de abstinencia. Hay que estar alerta a esto, identificar este estado agitado e iracundo y procurar no reaccionar a ello.
- Empatizar con el sufrimiento que supone esta lucha interna.
- Apoyar, querer, reír, flexibilizar, soltar y disfrutar. Acoger y asumir la imperfección, el error, y la torpeza. Facilitar la desidentificación con el perfeccionismo y la exigencia que casi siempre tienen un origen familiar. Amar y dignificar sin pedir nada a cambio.
- Acordarse que la persona es mucho más que su trastorno, quitarse las gafas que únicamente ven síntomas y que la familia tuvo que ponerse en algún momento para ser los ojos de quien no quería ver, pero que ahora es tan importante quitárselas como lo fue ponérselas, ya que al hacerlo le decimos a la persona, que lo que vemos nos gusta, como siempre tuvo que haber sido, si no fue.
5º Fase. Mantenimiento/retirada. Quedarme conmigo.
En la mayoría de ocasiones recibo directamente personas que ya han acudido y realizado un tratamiento convencional/clínico. Se encuentran asintomáticas o con un síntoma más leve y con necesidad de continuar trabajando para recuperar la autonomía perdida, afianzar la recuperación e impedir las recaídas. Este trabajo es muy gratificante desde la perspectiva gestaltáltica ya que su enfoque emocional/corporal aporta una profundidad que ancla a la persona en sí misma, trasforma la ayuda externa recibida en autoayuda, recupera la capacidad de la persona de hacerse cargo de sí y desarrolla el amor propio que es el motor para el autocuidado. Es un viaje de vuelta a casa, desde el haberse perdido a una misma, el haber sido rescatada y cuidada y ahora el poder volver para reconocerme y acompañarme a mí misma en el camino por la vida.
Se trabajar en el aquí y ahora, la autoescucha y la toma de conciencia de lo que se dice y de lo que se siente, para ampliar la responsabilidad y la seguridad en una misma.
Lo que aporta la terapia Gestalt es que es la propia persona la que se va dando cuenta y va descifrando lo que sus emociones esconden respecto a personas o situaciones y es la persona la que va encontrando en su interior sus propias heridas y sus propias necesidades no atendidas, de esa forma ella se siente más capaz y más sostenida por ella ya que ella sabe de sí más que cualquier otra.
Hay un momento en el cual la persona sabe que ya no necesita el trastorno, se da cuenta, lo verbaliza y podemos ir encaminándonos al cierre terapéutico. Este es el fin último. Para ello, dedicaremos algunas sesiones a ir recogiendo, y despidiéndonos también del trastorno. Es muy importante hacer un cierre consciente, donde quepa el agradecimiento a una misma, también a la enfermedad y al proceso. Agradecer me permite incorporar todo lo que SI me ha servido y transformado, aceptar mi historia y a mi misma.