Es paradójico. Me siento feminista. A veces, rabiosamente enfrentada al hombre patriarcal, capaz de identificar muchas muestras de condescendencia masculina, agresión, infravaloración e invisibilización de los éxitos, las capacidades y los logros míos y de mis compañeras mujeres. A la vez me siento distante de los movimientos feministas y de las identidades feministas, no se mucho sobre la teoría, sobre pensadoras y discursos, algo me mantiene alejada e incluso, ignorante. Me vengo preguntando porqué. Que pasa conmigo, que me desidentifico de los movimientos sociales cuando más en auge parecen estar, cuando necesitan de la masa crítica y comprometida con la lucha, que pasa que me desintereso y me ausento.
Mi condición de gestaltista, mi profesión de terapeuta y educadora tienen algo que ver. La conciencia de que todo está en todo y que el cambio pasa primero por lo propio, me pone en un lugar diferente. La conciencia de mi propio sentimiento de infravalor, inconsistencia e insignificancia delante de lo masculino es el trabajo que vengo haciendo. Provengo de la violencia machista, la conozco bien y por más trabajo terapéutico que lleve a mis espaldas, hay algo estructural que me suele catapultar hacia esa especie de abismo de la inconsistencia personal. Lo mío vale poco o nada ante un mundo que se erige como El Masculino, en mayúsculas.
Lugar de soledades en competencia, de machacantes escenificaciones de poderes contrapuestos, de sensibilidades luchando por mantener el propio ego a flote. ¿Y qué hago yo con todo ello? Pues nada más que ser una más, sometida y sometedora, luchando por ser vista, reconocida, amada. Agrediendo al otro desde el Padre tragado, mi propio macho maltratador interno, que huye de ser yo la maltratada. Sí, yo también me tragué a papá. Cuanto dolor y cuanta soledad al saberme parte del Campo de este jodido Patriarcado donde muchas y muchos sólo nos dedicamos a no ser quien está debajo.
Únicamente en la experiencia consciente, ese tocar fondo en soledad, queda a la vista para mí misma, eso Femenino perdido entre tanta lucha por mantener lo propio; el amor, el encuentro, el reconocimiento del otro, el contacto, la ayuda genuina, la presencia, el sí.
Que caigamos todos, que nos rompamos solos, en algún momento, que el corazón se duela o se rompa a ver si así, otros, se dan de bruces con la experiencia compasiva de Amar, que es lo que esencialmente necesitamos en esta vida ruidosa.